lunes, 22 de marzo de 2010

Hugui, como hugo pero termina en -gui-.


Hoy quiero dedicar mi blog a mi perro Hugui.

Hugui está a punto de cumplir 14, que en edad de perro serían algo así como 98 años .

Llegó a devoto con la mejor de las anécdotas encima. Veníamos trayéndolo de un criadero, y mientras dormía en el auto se le cayó la mitad de la oreja.
Gritamos. –La oreja, mamá, la oreja, se le desconectó la oreja-.
Pensamos que era un gusano, después que estaba podrido. No entendíamos. Al rato de haber agarrado el pedazo de orejita del piso alfombrado del rover llegamos a la conclusión de que esa cicatriz ya estaba sellada. Mi perro era el Holyfield de su criadero. Había sido víctima de un atentado, y sus criadores, para que no se desvalorizara el canino, habían optado por hacer lo que estaba a su alcance: pegar su oreja con la gotita.
Decidimos no pegársela más y que fuera su marca. La anécdota de su nacimiento.

Y hugui se adaptó. No sólo sin oreja, sino que estuvo un tiempo también sin nombre. Todos queríamos nombrarlo de una manera distinta, y después de cada debate inacabado, seguíamos diciendole: -Micky, michi, perro, bebé, bonito, perrito, perro, vos-. Hasta que alguien dijo
-hugui, pongámosle hugui como aníbal hugo-. Y así quedó. No porque fuera el nombre que más nos gustara sino porque el perro no podía seguir viviendo en esa situación anárquica de no tener nombre. Se llamó Hugui, el perro sin oreja y sin diminutivo porque su propio nombre era un diminutivo.

Pero él no se hizo cargo. Hubiera sido lo mismo ponerle “hugui” que “shrek tercero”. Desde el principio mostró carácter. "Hugui vení" siempre fue similar a "hugui hacé como te parezca". Distinto a "hugui tomá", que funcionó por un tiempo hasta que se dio cuenta de que era más de lo mismo. Él se manejaba solo.

En fin, fue un perro criado según como le pareció a él. Nunca obedeció reglas, siempre estuvo donde quiso, y así y todo logró que nos lo bancáramos igual. Sobre todo por ser tan peludo y tierno, lo que hacía inevitable que cualquier "no" se transformara en un silencio con forma de "está bien". Y además, porque en últimas, siempre iba a salirse con la suya, entonces nos ahorrábamos la discordia.

Sin dudas hugui siempre fue un perro especial, rozando lo cínico. Me sospecho que hasta sentía orgullo cuando íbamos juntos por la calle y la gente que lo quería acariciar se iba decepcionada después de escuchar -no señora, que la nena por favor no lo toque, puede morder-. Lo que en realidad no era cierto, porque la que corría peligro era la señora, nunca la nena. Pero de esa forma era más divertido.

También me acuerdo las mil y una veces que el tipo se escapó de casa. Fue siempre un “perro de riesgo”, quería salir prófugo. ¿A qué? A callejear, no le importaba nada. Daba todo por un pique hasta la esquina, por correr a esa perrita bien putona que se le hacía la loca cada vez que se paseaba enfrente de casa. Quería darle a todos su merecido, demostrar que no era un perro mimado, que se la bancaba, que le hacía frente a lo que fuera, a lo que de. Y así lo hizo en un par de oportunidades. Se comió a unos cuantos, incluyendo al cocker de la esquina que la ligó por rubio chetito.

Hoy ya está cansado. Lo atacó una artritis y el pobre perdió fuerzas. No se queja, porque no es su estilo, pero todos sabemos que si hablara diría: -Chicos, ustedes tranca, yo ya hice la mía. Jodí, chupé, la viví como quise, ahora le dejo paso a otros, no se preocupen por mí-. No sé si con esas palabras pero sería algo más o menos así.

Y yo al pensarlo, sonrío, y también me revuelco en la nostalgia que me da el recordar las cosas que viví y que él me escuchó vivir, con su orejita y media desde el jardín de invierno.
Nos vio crecer, a algunos casarse y tener hijos, a otros irnos de casa, a otros volver a casa, a otros llorar en la cocina, a otros hacer cosas que no debíamos, a otros confesar por teléfono que no éramos felices, o que si lo éramos, o que no lo sabíamos.
Y por eso es que me cuesta tanto despedirme, como si en verdad con él se fuera una parte mía y de devoto, el primer perro que tuve, que entre las cosas que hizo y que no hizo, me demostró que no todas las relaciones son perfectas, que no todo el que debía ser fiel lo era, y que las utopías no existen, a menos que nos sirvan para vivir con media oreja menos, pero felices, creyendo que las dos no hacen falta si con una sola se puede oír.

Hugui, sos lo más.

martes, 2 de marzo de 2010

Una historia verídica. Moraleja.


Resulta que...
una amiga de un amigo tenía una boa...
y la boa comía con ella, dormía con ella, paseaba con ella.

Hasta que un día, la boa dejó de comer.
No comía ni dormía más enroscada con ella.
Se acostaba a su lado y dormía estiradita-estiradita.

La amiga de mi amigo, preocupada, la llevó al veterinario.
-Veterinario, veterinario. Mi boa no me come, y no se enrosca! No sé que le pasa!-

Y el señor le respondió:
-Es que, chiquita, tu boa se está preparando, y te está midiendo,
porque te quiere COMER-.

UN FLASH


Hay que tener cuidado con los bichos que uno se acuesta.
DENSERIO.