Íbamos en el auto. Mil paradas: devoto, villa del parque, belgrano, el surtidor de petrobras. Subimos a acceso norte y fue como respirar aire por primera vez. Una musiquita tímida desde los parlantes portátiles llenaba el viaje. Frío, vidrios empañados, sol de frente, velocidad y paz. Miré al costado y me sentí más acompañada y protegida que nunca. Y pensar que no sabía qué hacer.
¿Dónde estabas?, me preguntó. Pensé que estaba en donde
siempre había querido. Con el tiempo me di cuenta que ese lugar cambiaba más de
lo normal. Cambiaba porque no me convencía. Pensé que el ruido era parte del
todo, y lo acepté. Al final sentí que no era yo. Miento si digo que era la
primera vez que me pasaba. Miento si digo que la mayor parte de las veces no me
esforcé demasiado por llegar a ese lugar que pensé y en el camino me olvidé qué
era lo que quería hacer, o por qué lo quería. O quizás habrá pesado más mi
incapacidad de aceptar que lo que había imaginado ya no se sentía tan feliz. Y
la tristeza de empezar de nuevo.
Miraba por el parabrisas y el bordo del capot me llevó a otro
lugar. Me acordé de una primavera dando vueltas alrededor de la plaza, sentada
en el otro costado del auto, mirando por la ventana. Ese día sentí que era la persona
más feliz del mundo. Fue efímero, pero intenso. Quise volver a esa sensación. Quise
pensar qué había hecho para sentirme así y no pude acordarme. Pensé en quién
manejaba, pensé en mi vida de esos años, y no encontraba nada de eso que quería
tener. Y sin embargo, era genuino, quería volver.
¿Qué hace que te sientas tan feliz?
La historia es que un día me levanté y mi cara me miró en el
espejo. -¿Cuánto tiempo más vas a seguir con esto?-. Más vale una acción
desorganizada a una inacción organizada, me habían dicho. Desordenadamente
actué. Lastimé, pedí perdón, lloré, y me fui. O me quedé, pero siendo distinta,
y con la esperanza de que otra vez la sensación no entrara en el sentimiento de
siempre y se sintiera en el cuerpo como esa vez.
Llegamos a tigre. Miré el cielo y respiré. Siempre dije que
quien se cuestiona tiene más posibilidades de sentirse feliz. No de serlo, pero
sí de sentirlo como algo intenso, que da vértigo. ¿Qué se elige? ¿Seguridad, equilibrio
y una conocida y tranquila zona de confort, acariciando la felicidad de siempre?
A veces me pasa. Y así y todo, hoy siento que esa felicidad no me alcanza y por
eso elijo salir, respirar, tener algo de miedo, y pensar que no es más que
vértigo a lo que está por venir.
Vida linda. ¿Quién te enseña a vivir?
Qué bonito verte regresar con algo tan lleno de emoción.
ResponderEliminarMe mataste con lo de:"Más vale una acción desorganizada a una inacción organizada".
Son muchos los cambios. Inesperados, fuertes, que dejan sin aliento.
No sé qué traiga el futuro. Y te lo reconozco, tengo miedo, mucho miedo.
(Muy curioso como me identifico con tu escrito, no sé por qué circunstancias pasas, pero las sentí similares a las mías.)
Me alegra muchísimo, no sabes cuánto, ver que escribes de nuevo.
Un abrazo de bienvenida.
Danilo, siempre tan dulce sobre lo que escribo. Gracias. Todo este tiempo sin escribir, fue necesario. Y ahora, las ganas de hablar, también.
ResponderEliminarVeremos qué pasa...
Vos me entendés...
Nos irá bien.
ResponderEliminarLo sé.
Acá estaré "escuchándote".