viernes, 13 de julio de 2012

Y pensar que no sabía qué hacer.


Íbamos en el auto. Mil paradas: devoto, villa del parque, belgrano, el surtidor de petrobras. Subimos a acceso norte y fue como respirar aire por primera vez. Una musiquita tímida desde los parlantes portátiles llenaba el viaje. Frío, vidrios empañados, sol de frente, velocidad y paz. Miré al costado y me sentí más acompañada y protegida que nunca. Y pensar que no sabía qué hacer.

¿Dónde estabas?, me preguntó. Pensé que estaba en donde siempre había querido. Con el tiempo me di cuenta que ese lugar cambiaba más de lo normal. Cambiaba porque no me convencía. Pensé que el ruido era parte del todo, y lo acepté. Al final sentí que no era yo. Miento si digo que era la primera vez que me pasaba. Miento si digo que la mayor parte de las veces no me esforcé demasiado por llegar a ese lugar que pensé y en el camino me olvidé qué era lo que quería hacer, o por qué lo quería. O quizás habrá pesado más mi incapacidad de aceptar que lo que había imaginado ya no se sentía tan feliz. Y la tristeza de empezar de nuevo.
Miraba por el parabrisas y el bordo del capot me llevó a otro lugar. Me acordé de una primavera dando vueltas alrededor de la plaza, sentada en el otro costado del auto, mirando por la ventana. Ese día sentí que era la persona más feliz del mundo. Fue efímero, pero intenso. Quise volver a esa sensación. Quise pensar qué había hecho para sentirme así y no pude acordarme. Pensé en quién manejaba, pensé en mi vida de esos años, y no encontraba nada de eso que quería tener. Y sin embargo, era genuino, quería volver.
¿Qué hace que te sientas tan feliz?
La historia es que un día me levanté y mi cara me miró en el espejo. -¿Cuánto tiempo más vas a seguir con esto?-. Más vale una acción desorganizada a una inacción organizada, me habían dicho. Desordenadamente actué. Lastimé, pedí perdón, lloré, y me fui. O me quedé, pero siendo distinta, y con la esperanza de que otra vez la sensación no entrara en el sentimiento de siempre y se sintiera en el cuerpo como esa vez.
Llegamos a tigre. Miré el cielo y respiré. Siempre dije que quien se cuestiona tiene más posibilidades de sentirse feliz. No de serlo, pero sí de sentirlo como algo intenso, que da vértigo. ¿Qué se elige? ¿Seguridad, equilibrio y una conocida y tranquila zona de confort, acariciando la felicidad de siempre? A veces me pasa. Y así y todo, hoy siento que esa felicidad no me alcanza y por eso elijo salir, respirar, tener algo de miedo, y pensar que no es más que vértigo a lo que está por venir.
Vida linda. ¿Quién te enseña a vivir?

3 comentarios:

  1. Qué bonito verte regresar con algo tan lleno de emoción.
    Me mataste con lo de:"Más vale una acción desorganizada a una inacción organizada".
    Son muchos los cambios. Inesperados, fuertes, que dejan sin aliento.
    No sé qué traiga el futuro. Y te lo reconozco, tengo miedo, mucho miedo.

    (Muy curioso como me identifico con tu escrito, no sé por qué circunstancias pasas, pero las sentí similares a las mías.)

    Me alegra muchísimo, no sabes cuánto, ver que escribes de nuevo.

    Un abrazo de bienvenida.

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  2. Danilo, siempre tan dulce sobre lo que escribo. Gracias. Todo este tiempo sin escribir, fue necesario. Y ahora, las ganas de hablar, también.
    Veremos qué pasa...
    Vos me entendés...

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  3. Nos irá bien.
    Lo sé.
    Acá estaré "escuchándote".

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